Texto que decanta desde la pieza breve de Tennessee Williams titulada “Háblame como la lluvia”. Inspiración sostenida en la trayectoria del tiempo en que fue leída y el tiempo en que fue propuesta. Negación de ver en la brevedad catalogada ,un episodio parcial de las miserias ciudadanas. Intuición arribada por preguntarse lo que resta entre la belleza acabada del texto del autor norteamericano y la impericia de las actuaciones logradas. Astucia por poner en el ruedo de la reflexión casual pos ensayo, la intriga acerca del sentido sumergido, aún no avizorado en los parlamentos. Gratitud, registrada, a esos iniciales actores que prestaron voz de duda, ocurrencia y auto análisis, por dar y no dar sistemáticamente en la tecla de lo que mal anda en la escena. Visión primera del núcleo temático, lo roto el amor, como pareja impensable espeluznante del continuo encuentro. Desestimado por dos que, en un ritmo de síncopa, se hablan y son hablados por sus cuerpos, que no renuncian. Necesidad ,que resulta ventajosa, de escribir otro texto en base a la misma estructura interpretada.
Segunda visión de puesta en fuga de ese cuarto habitación cama ventana hacia las latitudes del afuera. El mapa socio histórico de las fuerzas que hacen ruinas. Un resultado sonoro y coloro. Tercera puesta en visión: ¿y qué de mí coló por el redil del objeto? Sobre el final la respuesta, que llegó cuando pudo formularse pregunta: ¿Qué me gustaba de esta maravilla atormentada de Tennessee Williams?
¿Cuándo se baila?
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Estaba yo solo, sentado en la punta de una larga mesa, muy temprano para
mi costumbre, cuando una pareja adulta entró al salón del Club Ateneo
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