miércoles, 14 de mayo de 2008

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NO TENDRÉ CUERPO

Escena uno

A telón cerrado, sobre el cual una luz blanca forma una luna. La actriz de pie sobre el costado izquierdo del proscenio. El actor sobre el otro lateral. Son muchachos que se seducen a distancia, recordando los sutiles rituales eróticos de los bailes de salón. Por momentos, durante los que tiemblan como pájaros, parece que van a acercarse o decirse lo que el deseo les dicta. Sin embargo vuelven a la displicente sofisticación de aquellos a quienes nada urge. La luna blanca decrece, ellos caminan hacia el centro del proscenio. La música se diluye. Antes de que se toquen la luna se pone definitivamente.


Escena dos.

Primera imagen
El telón se abre lentamente. La escena muestra un gran ventanal sobre el límite interno del proscenio. La persiana americana de la ventana esta baja. El actor se encuentra detrás de ésta de modo que el público aun no lo ve.
Por fuera del espacio delimitado por el ventanal una mujer joven avanza hacia el proscenio. Tiene puestos unos zapatos de taco y un piloto azul, mojado. Tropieza con su propio pie, tambaleándose unos segundos, durantes los cuales y, pese a sus hermosos ojos ya abiertos, parece despertar. Sus manos vacilan en el aire como dos pájaros . Retoma su caminata para cruzar la calle. Un bocinazo la sorprende y detiene en el límite del atropello y el escenario. Después de la frenada el auto arranca suavemente. Ella lo sigue con la mirada, parece abochornada e indignada a la vez.

Segunda imagen
La mujer retoma la caminata hacia el centro de la escena. Sobre un fondo sonoro de truenos, bocinazos y voces confusas, la actriz reproduce en una secuencia de acciones una noche desesperada entre extraños conocidos hasta que el sonido cede. Sale por el lateral derecho. Silencio. La luz frontal declina.

Tercera imagen
Luz azul que ilumina el centro del escenario donde se encuentra una cama de una plaza y una silla. Suavemente comienzan a escucharse risas de programas cómicos de televisión. Solo las risas. El actor entorna las persianas y la luz se filtra desde adentro. Las risas continúan en una rítmica repetición. El actor retrocede hasta la cama, toma un abrigo y desaparece por el costado izquierdo. Apagón.


Escena tres.

Ella acaba de entrar a la habitación. Está parada y mirando hacia la cama donde él duerme. Se quita el piloto, los zapatos y el pañuelo.


Ella: _ Soy la desterrada, la que sin parecerle a nadie está desaparecida. El muerto que habla ,el sinsentido. El pie en mi cadáver y mi boca en mi boca. Tuyito el muertito, mía la lengua y la boca. Los muertos que ignoráis resucitan. Saben: nunca estarán vivos pero su poder decir les bien saluda para zombiar . Es el cadáver el que le dice a la boca:
_ Quiero al menos ser un muerto. Urdí para que me tejan, tengo que haber sido para no ser . No te preocupes después de la red yo mismo me muero._
Es el muerto el que recuerda:
_Varias veces dije y callé lo que ahora insisto sin la pena ni la gloria de querer (de hecho un muerto no quiere nada) cambiar un curso, sino mas bien descansar en paz_ Es el muertito el que piensa:
_ Debe haber una voz que nos caiga como molde, una grieta de vasija, un derrame de lo sabido. Algo que nos largue secos pero de una buena vez a otra sed que nos busque._
Dijo el finado finando al final:
_ Yo devuelvo lo que no es mío. Como lo usé, estará gastado. Que les sirva a otros lo que de mí quede , después de entrar en la negrura con los ojos abiertos.

La mujer abre lentamente la persiana. Sonidos de ciudad y luz de día que entran al cuarto. Ella se acuesta en el piso.


Escena cuatro

Duermen. Después de unos instantes él se despierta.

Él: _ ¿Qué pasa?
Ella:_ Nada
Él: _¿Dónde está mi saco?
Ella: _Cuando volví te habías ido.
Él: _ Te dejé una nota. ¿Por qué no llamaste?
Ella: _ ¡Lamé, pero no se entendía nada! Quería que me digan la dirección pero el que atendió no me escuchaba y al final me cortó. Después me daba ocupado siempre, me imaginé que habrían dejado el teléfono mal colgado. Así que volví a salir a ver si te encontraba de casualidad en otro lado. Estuve dando vueltas y viendo gente toda la noche. Me agarró la lluvia pero igual seguí caminando por cualquier lado hasta que me di cuenta de que podía volver acá, ¡qué estúpida!
Él: _ Estaba echado sobre el piso húmedo. Húmedo y frío. Sentí que estaba solo antes de abrir los ojos. Hacía por lo menos horas que estaba ahí, entumecido y frío en un rincón del piso húmedo.
Sonaba música. Fuerte, realmente fuerte, algo movido... alegre. Así que me moví tratando de pararme, llegué en cuatro patas al borde de una... no sé... una cama, y pude sentarme. Había luz, luz natural, pero no sabía qué momento del día era. El sol entraba por unas ventanitas altas en una pared azulejada. Inmensa.
Estaba acurrucado en el piso, dormido sobre mi propio vómito. ¡Al menos espero que haya sido sobre mi propio vómito! Me acomodé un poco, tuve que agarrarme el brazo derecho como si fuera una cosa porque estaba totalmente dormido. Y busqué algo... y me limpié como pude.
Solo pude ponerme en cuatro patas y arrastrarme hasta que entendí de dónde salía la música y estuve un rato tocando el aparato hasta que algo funcionó y entonces... recién ahí... me di cuenta que un televisor también estaba prendido a todo volumen. Me trepé como pude a unos sillones y tiré del cable hasta que se desenchufó.
Debo haberme desmayado porque cuando me desperté tenía mucho más frío que antes, la piel helada y tirante. Y ahí fue cuando escuché cómo intentaban abrir la puerta moviendo el picaporte. Escuché las voces. Supongo que había un pasillo del otro lado. No sé por qué pero me asusté. Como si hubiera hecho algo malo, como si hubiera comenzado una pelea yo sólo contra un montón de gente inocente, como si hubiera logrado que una gran fiesta se agriase y todos se hubieran ido lastimados. Como si me hubiera quedado con algo que no era mío y estuvieran de repente ahí del otro lado de la pared buscándome indignados y furiosos los dueños de ese lugar destrozado. Me podría haber quedado quieto como un actor japonés, o incluso tendría que haber llamado a esos que hablaban afuera, y querían entrar a toda costa, para poder pedir un auto y salir de ese lugar totalmente revuelto. Pero, en cambio, me puse a buscar mis cosas en cámara lenta, en una velocidad que se me antojaba imperceptible para alguien que me estuviera mirando. Hice, tuve que hacer, un gran esfuerzo para no caerme , me esforzaba por mantenerme en equilibrio concentrado en alcanzar una camisa que estaba enredada con la pata de una silla y aplastada por platos, cubiertos y cosas, de todo tipo volcadas. ... parecía un artista del trapecio... el piso estaba sembrado de ropas... y restos de comida y...
Ella: _ ¿Ropas?
El: _ Sí. Ropas... busqué la mía... bueno creo que finalmente agarré la mía. Me quedé paralizado cuando las personas del otro lado empezaron a probar llaves en la puerta y esperé a ver que pasaba... esperé en ese cuarto gigante mudo y resignado como si me hubieran condenado a la horca , hasta que desistieron y pasaron muchos minutos en que estuve así con el pantalón a medio poner escuchando el siseo del ventilador de techo que parecía lo único vivo de ese universo abandonado. ¿Y vos qué hiciste?
Ella: _ Agua...
El: _ Habláme, decíme algo. Mi vida, ¿Querés decirme algo? háblame.
Ella: _ Sí.
El: _ Ay, dios... contáme algo, habláme, decíme cosas, para que yo te escuche aquí, acostado, y te escuche. Estoy tan cansado. Estás fría mi amor.
Ella_Yo...

Apagón.


Escena cinco


El mismo lugar. Han puesto música. Ella se cambia de ropa y se maquilla. El también se prepara. La busca para besarla mientras la ayuda con el vestido. Ella lo rechaza. Juegan a algo indescifrable pero que los llena de euforia. Están alegres y raros. Él, que está como disfrazado, tiene arrebatos de amor y felicidad. Su cara asume distintos rostros como máscaras rituales. Bailan, se muestran cosas, aprenden uno de otro. Lo único que desentona es el excesivo volumen de la música de radio y el ritmo anómalo de las acciones que pasan de una extrema lentitud a una velocidad que termina llenando de violencia los actos que realizan. Sutilmente ella empieza a atemorizarse a la vez que el hombre se despeña por la grosería y la torpeza. Antes de que se instale en ellos el final de fiesta unos golpes letales en la pared los detiene en seco. Tardan unos segundos en reaccionar. Ella apaga la radio. A la vez que él está por ponerse a contestar la protesta, del otro lado de la pared los insultan de tal forma que la vergüenza los desactiva. Apagón )

Imagen


Escena seis

EL mismo lugar. Sin rastros de la fiesta. Los dos son los mismos aunque sus cuerpos reaccionan con la contenida tensión del que camina por un borde filoso. No se miran pero se tienen presentes. El hombre joven es, pese a su edad un anciano ,y ella está sujeta por correas invisibles a la cama y a sus palabras.

Ella:_ Me voy
El: _ ¿Qué?
Ella: _ Me voy de aquí.
El: _ ¿Como?
El: _ Sola.
El: _¿Cuando?
Ella: _Cuando pase esta tormenta y haya dormido un poco, un poco nada más voy a preparar mi valija con ropas de invierno y con ropa de verano. Un poco de ropa nada mas, voy a pasar a despedirme de la mujer de abajo. Pero sin decirle nada, sabiendo que no la voy a ver otra vez, que ese rostro que le vea en mi última pasada será como esas fotos, esos retratos un poco tristes y mentirosos que guardan los hombres en sus billeteras para recordar un amor, un amor como un homenaje a quien sutil o brutamente despreciaron en vida.
El: _ Ajá. ¿Y después?
Ella: _¿ Después? Después... ya en la calle voy a caminar, despacio y calmada como en años no he caminado, sin pensar en minutos ni direcciones ni siquiera en el sueño o en las ganas de comer. Caminar, caminar como si estuviera detenida, con la valija a mi lado, con el vestido liviano y blanco, blanco blanquísimo como las nubes. Y dejaré que mi mirada se pose en los árboles y en el asfalto, en un nene que es llevado de la mano de alguien, en un anciano que también me mirará y con quien me saludaré amablemente como si fuéramos viejos conocidos, como si nos fuéramos a volver a ver a esa misma hora en esa misma vereda, un viejo con un bulto rugoso y redondo en el costado de su nariz como un gorrión domesticado. Un viejo pulcro sentado a la puerta de su casa sobre un banco de piedra tan viejo como su espalda. Y yo iré y vendré por esa vereda entre esos árboles adultos y las paredes de las casas tibias por el golpe del sol en otoño, llevando mi bolsa de ropa limpia y mi bolsa de compras. Compraré solo lo necesario para ese día, verduras, rojas... verdes... naranjas... y fruta, poca fruta, poquísima, que me alcanzará justo para una vez, y leche que repartiré entre los gatos de la cuadra porque no llegaré a...
El: _ A tomarla toda.
Ella: _ Sí, a tomarla toda. Todos los días a las seis de la tarde saldré a caminar, me alejaré de las casas y tomaré el camino que lleva al descampado donde guardan los caballos. Iré ahí aun los días de frío. Especialmente los días de viento, me quedaré quieta y asustada en el medio de esos cuerpos y nadie se enterará nunca de mi hazaña secreta. Únicamente unos chicos una vez me verán salir de ese montón apretado, se reirán pero también se sorprenderán de esa mujer delgadísima y casi vieja ya. Me haré amiga de los chicos, de una nenita especialmente. La madre desconfiará al principio pero ella se encaprichará en venir a visitarme y pasado algún tiempo hasta me pedirán que la cuide unas horas , como un favor. No recordaré nada de mi vida anterior, nunca volveré a llorar o desesperarme, sin embargo seré una mujer algo melancólica, una dulce pena sin nombre me invadirá como una canción que se recuerda sin ganas. Y justo, precisamente antes de entrar en mi cuarto para acostarme en esa cama blanca y fresca me descubriré en el espejo, me asombraré de la persona que habitará en esa penumbra irreal, de esos ojos inmensos y encendidos, de esa delgadez de mariposa. Alguien solitario, casi viejo ya, nos miraremos por primera vez en mucho tiempo, serán por un momento penosos los recuerdos que volverán... el abandono, la soledad y las tristezas de los que alguna vez fueron míos... pero durará muy poco esa luz sobre el pasado. Buscaré un abrigo que ponerme, ni siquiera echaré una mirada sobre la habitación cuya cama jamás volveré a tocar. Bajaré las escaleras quedará la puerta cerrada pero sin llave, el frío viento me golpeará la cara. Estaré confundida, ahí parada, a esa hora, como una sonámbula despierta, una tontería a medio terminar. Ningún nombre acudirá a mi cabeza. El viento me golpeará el pecho y lo tomaré así, una flor de aire entre mis manos. Una nada de carne entre los huesos. Sólo una piel en el frío. Flaquita, flaquita poca cosa sin nombres sin pasado un cuerpo apenas real en la noche. Daré unos pasos miraré las casas vecinas, ventanas duras la calle húmeda parpadeando entre las hojas otro y otro y otro pasito de vieja de bebé de oveja de palo me ganará el agua entre las piernas me sentiré mareada yéndome hacia el descampado una vez más hacia el descampado última vez más al descampado me arrastraré por la pared del viento sideral una araña helada agarrada al gran viento, dejare mi cara abierta al fin y me entrará el aire...
El: _ Basta.
Ella:_ el aire de más allá del mundo raspándome hollándome fina fina hasta que al final no tendré cuerpo ya y y el viento me tomara en sus fríos brazos blancos y me llevara para siempre ...
El: _Vení mi amor.
Ella: _ Me voy... me voy... me voy. vení vos.

El se para. Camina hasta la ventana. Parece que le sobrevendrá un ataque. Muecas. Un gemido. Ella levanta el rostro para mirarlo. Esta atenta. Se para. Vacila. Va hacia él que la rechaza. Ella queda tensa y detenida por unos instantes, después vuelve a acercarse y lo abraza a la vez que lentamente cae de rodillas. Él gira finalmente y se abrazan. Se escucha un viento fuerte que crece a medida que la escena queda a oscuras y va cerrándose el telón. Durante unos minutos el sonido lo invade todo.

Fin

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